¿Alguna vez os habéis preguntado por qué todos los hospitales están pintados de blanco? ¿O por qué la mayoría de las paredes en las aulas son amarillo mate? Los colores de nuestro entorno influyen en nuestras sensaciones, estados de ánimo y comportamiento.  La psicología del color nos ayuda a elegir los tonos adecuados para crear ambientes afines a nuestras necesidades y expectativas: el blanco en los hospitales nos brinda una sensación de limpieza y el amarillo mate ayuda a los alumnos ya que es estimulante sin llegar a brindar nerviosismo. En el blog de hoy te ayudamos a decidir el color de tus paredes teniendo en cuenta su psicología.

Lo primero que tenemos que saber es que existen tres grupos diferentes de colores – activos, pasivos y neutrales – según el grado sensitivo que nos aportan. Los activos nos brindan muchas respuestas sensoriales, los pasivos apenas interaccionan y los neutros nos transmiten sensaciones en grados más equilibrados. Lo ideal es saber combinar los tres grupos de colores para crear un ambiente estable y enérgico.

Empecemos por un color brillante y muy activo: el rojo. El rojo promueve la acción y dinamismo ya que es un color de activación sensorial. Por esta razón, este color es ideal para zonas de tránsito, como pasillos, o espacios de acción, como salas de juego o cocinas donde tenemos que estar a tope. Hay que tener en cuenta que es un color que necesita muchísimo equilibrio: nos hace estar alerta y una sobreestimulación muy fácilmente puede producir irritación.

¿Nuestro consejo? Si quieres dar vivacidad a una habitación aplica pequeñas zonas de rojo a tus paredes – ya sea en una sola pared o con un vinilo – y complétalo con pequeños elementos decorativos de este tono. Es muy importante combinarlo con colores pasivos y luminosos, como el blanco, para equilibrar su efecto y evitar sensaciones negativas. No recomendamos colocarlos en zonas de descanso como dormitorios – quedan muy bonitos, pero pueden afectar al sueño –  ni utilizar rojos puros como el carmesí. El teja o borgoña son la opción perfecta.

Una alternativa al rojo son los tonos rosas, igual de vivaces y más juveniles. Si aplicas un rosa frambuesa a tu pared y lo combinas con rosa palo, tu habitación tendrá dinamismo y frescura. El rosa es un color relajante que podrá ocupar las paredes de tu dormitorio.

En la gama de los fríos tenemos a su complementario: el azul. Es un color que inspira calma y nos ayudará a relajarnos, por lo que es perfecto para dormitorios. Además es juvenil y, junto al blanco, lo verás en muchas casas de verano porque aporta una sensación de frescura. Esto se debe, probablemente, a que se trata de un color natural asociado al cielo y al mar.

Si optas por tonos más oscuros de azul, le quitarás ese tono juvenil y conseguirás un ambiente serio y elegante. El azul marino transmite confianza y es un acierto seguro para una oficina de cara al público. Si decides jugar con oscuros en tus habitaciones, compleméntalos con decoraciones en rosa.

No es recomendable el abuso de azules en zonas de “acción” ya que puede llegar a apagar el ánimo. Si el azul es uno de tus colores favoritos y quieres aplicarlo a un espacio común como la sala de estar, te recomendamos añadir otros tonos más energéticos para complementarlo. El amarillo es perfecto: levantará los ánimos de cualquier azul apagado.

Si hablamos del amarillo, no podemos olvidarnos del naranja. Sabemos que es un color muy atrevido y puede dar miedo decantarnos por él, pero os prometemos que merece la pena. El naranja tiene un efecto sensorial muy fuerte en nuestro cerebro, llegando incluso a subir o bajar nuestra temperatura corporal. Sin abusar, el naranja es un color que aportará muchísima energía a tu estancia. Nos ayudará a conseguir el mismo efecto que el rojo, pero con unas connotaciones más juveniles y modernas. ¡Es todo luminosidad! Es ideal para dormitorios juveniles o salas de estar. ¿Cómo lo combinamos? Hay personas que se atreven a equilibrarlo con colores complementarios como el azul eléctrico. Nosotros os recomendamos neutros como el beige y, sobre todo, el blanco.

Finalmente, el verde es un color que te ayuda a crear un espacio de armonía y equilibrio. También se ha demostrado que ayuda a la concentración – aunque, como todos los colores, en su justa medida; un exceso puede crear justo el efecto contrario y distraernos. Si tienes una oficina en casa, arriba con el verde. ¡Te hará sentirte muy creativo!

Si vas a decantarte por el verde, lo mejor es que lo utilices como color neutro para complementarlo con otros colores y no como base de tu estancia. Si vas a utilizarlo como color principal, lo mejor son verdes apagados u oscuros.

Esperamos que os hayáis inspirado (por algo hemos elegido el verde como último color) y, sobre todo, que hayáis decidido que sensación queréis transmitir en vuestras estancias. ¿Te animas a arriesgarte?